VIVENCIAS
Me contó mi padre mientras ardia el fuego de la
fragua y el hierro enrojecía, que mis antepasados
forjaban espadas para los caballeros y era famoso el temple
que les daban.Solo ellos sabian el secreto, que era en par
por el agua donde enfriaban el hierro al rojo vivo, y en
parte por su habilidad con el martillo. Así fue según
mi padre como nació el apellido Remacha. Aragones
de pura cepa.
Cuántas historias inventaba mi joven imaginación
mientras intentaba conseguir la linea de una voluta sin
dejar que el hierro se enfriase...
De mi martillo salieron pájaros y lagartos, animales
a los que yo observaba mientras mi madre en el campo pintaba
el paisaje aragonés.
La tierra aragonesa es dura y seca, pero sus montañas
se vuelven transparentes cuando por el oeste el sol se pone.
Las sombras violetas se esconden tras los arboles, la vega
es gloriosa en otoño. No hay nada mas hermoso para
mí. Cuando dejé la forja por la pintura, me
costó mucho llenar mi paleta. Ahora está madura
y llena de colores vivos, enteros, fuertes, casi agresivos
como mi tierra.
Mis pinceladas son casi siempre fuertes como si no pudiera
olvidarme de que alguna vez hice cantar al yunque con mi
martillo. Mis maestros de modelado, Francisco Breton, Joaquin
Albareda, dibujo y forja Pablo Remacha, conocian bien su
oficio de maestros. Era gente muy seria en el trato, pero
sabian enternecerse, y hasta su fisonomia cambiaba cuando
trabajaban. Eran duros fuertes y tiernos como la tierra
que los cobija ahora. Gracias maestros.